Chile ha instalado una boya inteligente en la Patagonia del norte para proteger a estos mamíferos que juegan un rol esencial capturando y almacenando carbono en su cuerpo.
En las aguas del norte de la Patagonia en Chile flota desde la semana pasada una nueva boya. Es amarilla, tiene tres metros cuadrados de superficie visible y dos paneles solares. De lejos podría parecer igual a cualquier otra, pero no lo es: esta cumple un rol esencial para la conservación de ballenas y la mitigación del cambio climático. Alcanzarla requiere de más de una hora de navegación hasta el Golfo de Corcovado, frente a la costa sureste de la isla de Chiloé, un lugar particularmente valioso desde el punto de vista ambiental, al que en los meses de verano llegan ballenas de todo el hemisferio sur, atraídas por la riqueza de su ecosistema marino.
El Golfo de Corcovado es considerado por los científicos un punto caliente de diversidad marina a nivel mundial. Ahí se unen corrientes frías y ricas en nutrientes que vienen de la Antártica con la corriente de Humboldt, otra de las más productivas del planeta. A eso se suma que, al ser un golfo en el que existen muchas islas, llega al mar un aporte importante de agua dulce proveniente de ríos y canales, lo que también incrementa la disponibilidad de alimentos disponibles para la fauna y flora marina del sector.
“Hay muchísima diversidad que viene a este área a alimentarse y es lo que hacen, por ejemplo, las ballenas azules”, explica Sonia Español, bióloga marina y científica líder de The Blue BOAT Initiative, el primer proyecto de conservación oceánica acústica para proteger a estos grandes cetáceos de la Patagonia. “Aquí es donde más se las puede encontrar en los meses de verano y las acompañan ballenas francas australes y sei, todas en peligro de extinción”.
Fuente: elpaís.com